Matemática Cervecera | Cálculo de IBUs

A la hora de confeccionar una receta de cerveza, se requiere cierto conocimiento básico del funcionamiento de los ingredientes empleados y los procesos que se van a llevar a cabo. Hace algún tiempo, hablamos acerca de los Puntos de Densidad [¡plink!] que nos servían para saber cuánta cantidad de malta nos hacía falta en nuestras elaboraciones. El siguiente paso lógico, una vez tenemos claro eso, será saber qué cantidad de lúpulo tendremos que usar para que salga una receta equilibrada y lo más parecida a la que tenemos pensada. Dicho lo cual, el post de hoy hablará sobre las diferentes maneras de calcular los IBUS.

Como introducción, si no tenemos muy claro lo que es un IBU, podemos leer la entrada dedicada a explicarlo más o menos en detalle [¡plink!] aunque podemos condensarlo, saltándonos los detalles, y decir que es una unidad de medida de amargor. Si la distancia la podemos medir en kilómetros, la cantidad de amargor de una cerveza se mide en IBU. A priori, podríamos decir que una cerveza con 80 IBUs será más amarga que una que sólo tenga 20 IBUs, y digo “a priori” porque la sensación de amargor va a ir compensada por la densidad de la cerveza (que a la postre incidirá en el potencial alcohólico y en el dulzor residual), por lo que la sentencia sería correcta cuando hablamos de cervezas con la misma densidad inicial y final. Acerca de esto también habíamos hablado en este mismo blog: el índice BU:GU nos va a guiar a la hora de equilibrar nuestras cervezas y conseguir buenos resultados [¡plink!].

Como reflexión inicial, podemos decir que todo jombrigüer que se precie a sí mismo tendría que tener en cuenta ciertos cálculos antes de ponerse a elaborar. Por supuesto, las primeras cervezas que cada uno elabora, descubriendo el mundillo, son casi siempre elaboradas un tanto a ciegas siguiendo rituales, más que procedimientos. Y eso no es malo, si quisieras tener clara toda la teoría antes de lanzarte a elaborar tu primera cerveza, probablemente desestimarías esta afición antes de llegar a saber menos la mitad de lo aconsejable, por puro aburrimiento. Es más divertido lanzarse a la piscina e ir entendiendo los procesos viviendo en la piel los éxitos y los fracasos que todos los jombrigüeres con cientos de lotes a sus espaldas recuerdan con cariño.

No obstante, según vas controlando más y más procedimientos y variables, se hace más conveniente y necesario conocer los cálculos a los que nos referimos en la serie de posts a los que me gusta llamar “Matemática Cervecera”, aunque si lo tuyo no son las matemáticas ni perder el tiempo haciendo numeritos (que parece lo mismo, pero no es igual), por fortuna tienes cientos de miles de millones de softwares diferentes que harán estos cálculos por ti, como por ejemplo el famosísimo BeerSmith [¡plink!], el de Brew Your Own [¡plink!], el de Brewer’s Friend [¡plink!], la de la ACCE [¡plink!] o una de las más recientes, también de creación 100% española como la de la ACCE, y que podemos encontrar en la web de homebrewer.es [¡plink!].

En conversaciones con otros compañeros, cuando defiendo la conveniencia de conocer toda esta información, un argumento contrario es “en el siglo XVII no sabían lo que era un IBU y bebían cervezas tan tranquilos, no creo que sea para tanto…” Y no les falta razón en eso, sin embargo, me gusta replicar que “en el siglo VII ni siquiera había lúpulos en la cerveza y también las bebían tan tranquilos”. El hecho de que la inclusión del lúpulo sea un elemento relativamente reciente en la fabricación de cerveza todavía deja un poco descolocado al más pintado… Es evidente que la gente muere feliz sin conocer el concepto de IBU, pero las explicaciones que damos a continuación están dedicadas a quienes tengan inquietudes mayores, a quienes en lugar de elaborar cerveza por medio de “un ritual”, la quieran elaborar por medio de “un proceso lógico”. Quizás me ha quedado algo melodramático, pero no era la intención.

Asumimos, a partir de ahora, que tenemos claro cómo calcular la cantidad de malta, tenemos controlado qué es un IBU y la importancia del índice BU:GU a la hora de confeccionar nuestras propias recetas, así que empezaremos a definir los nuevos conceptos.

Factores importantes a tener en cuenta

Hay una serie de elementos que hay que tener muy presentes si queremos que nuestros lúpulos aporten a la cerveza lo que queremos, y serían:

El contenido de alfa-ácidos del lúpulo o lúpulos en cuestión. Suelen venir en una pegatina identificativa con los lúpulos que compras (si no la lleva, huye de esa tienda), y se expresan en un porcentaje. Se abrevia como %AA. En la foto podemos ver que el lúpulo Herkules (en pellets) tiene un 18% de contenido de alfa-ácidos.

20160728_194153

La cantidad de lúpulo que vas a usar (y que trataremos de averiguar en este post). Es de Perogrullo, pero obviamente, a tu cerveza le va a afectar de manera diferente si le echas 10 gramos o 100 gramos de lúpulo. También habrá que tener en cuenta, como ya veremos, si el lúpulo está en flor o si está en pellets, puesto que influirá en los cálculos.

La tasa de aprovechamiento del lúpulo, o, dicho de otra manera, cuántos de esos alfa-ácidos que contiene van a ser “convertidos en amargor”, ya que en función del momento del hervido en el que adicionemos el lúpulo, tendrá un aprovechamiento distinto. Como en inglés esta tasa de aprovechamiento se conoce como “Utilization Rate”, mucha gente habla de ella diciendo “utilización del lúpulo”, lo que queda horrible, pero cada uno es muy libre de decirla como quiera (todavía hay gente en el mundo que dice que una cerveza está “balanceada” en lugar de decir “equilibrada”, que sería lo correcto, pero ese es otro debate). No trates de buscarla en la pegatina identificativa del lúpulo, puesto que no la vas a encontrar. Se trata de cálculos derivados de otros elementos, y que cada investigador ha desarrollado según su criterio. La veremos en detalle un poco más adelante. Utilizaremos la abreviatura “TA” en las fórmulas cuando hablemos de Tasa de Aprovechamiento, aunque en internet podrás encontrar muchas otras fórmulas que a este factor le llaman “U” o “U%”.

El volumen del lote es determinante a la hora de calcular los IBUs. Vuelve a ser obvio que no es lo mismo echar 20 gramos de lúpulo a una olla con 20 litros de mosto, que a otra con 50 litros. Algunas fórmulas tienen muy en cuenta la densidad del lote, otras no tanto y otras lo obvian. La teoría más reciente dice que en los mostos con más densidad, hay más dificultades para aprovechar los alfa-ácidos, por lo que se suele incluir un factor correctivo de acuerdo a este dato.

Los cuatro factores ya nombrados son los principales que vamos a manejar, aunque hay otros que complicarían los cálculos y que también son importantes, pero que por ahora ignoraremos. Un ejemplo sería el estado de conservación del lúpulo y/o su edad. Un lúpulo viejo o mal conservado habrá perdido %AA por puro deterioro y podría ser problemático. Otro ejemplo, la altura sobre el nivel del mar, ya que afecta a la temperatura de ebullición (cuanta más altura, menos temperatura requerida), y eso varía la tasa de aprovechamiento del lúpulo. Tampoco da lo mismo si echas el lúpulo a lo bruto en la olla, que si lo pones en una bolsita de tela o en una bola de acero inoxidable con agujeros, o si está en pellets o en flor (o sin haberse secado, es decir, recogidos directamente de la planta y puestos a hervir)…

Pero el factor más importante a tener en cuenta es que a pesar de todo lo indicado, y aun tratándose de matemáticas, no te obsesiones con decimales ni te lleves las manos a la cabeza por variaciones menores en los cálculos. Si tuvieras que elaborar un lote de 100.000 litros, te convendría ajustar mucho las cantidades para ahorrar costes. A la hora de elaborar el típico lote manejable de 25 litros (o incluso 50), podemos dejar que el rigor científico megalomaniaco se vaya a dar un paseo. Sobre todo, porque incluso la cantidad de %AA que viene en las bolsas y que vas a manejar con el mayor de tus cuidados, siempre es una aproximación.

Los distintos criterios (principales) a la hora de los cálculos

En este mundillo, siempre lo digo, es divertidísimo compartir pareceres porque además de que es perfectamente aplicable el “todo maestrillo tiene su librillo”, hay mil informaciones diferentes y algunas veces contradictorias que van creando corrientes de elaboración diferentes. Con el cálculo de IBUs para algo así. Ha habido diferentes investigadores acerca de este tema que han desarrollado su propio método (fórmula) para realizar el cálculo.

Hay opiniones para todo. Hay quienes se adhieren a un método por ser el más aproximado según la teoría, y hay quienes van a otros más sencillos y manejables obviando elementos importantes. Sea cual sea el método que elijas, también tendrás que ajustarlo a tu equipo y a tus gustos/impresiones en base a la experiencia. La única recomendación es que, sigas el método que sigas, trabaja sobre él y adáptalo a tu equipo con los ajustes que hagan falta.

Partimos de una base clara, que conviene explicar de manera más o menos sencilla. Los alfa-ácidos que están en el lúpulo van a ser los culpables de que a partir de ellos se formen los compuestos que van a aportar amargor a la cerveza. Dichos alfa-ácidos se dividen en tres compuestos específicos: la humulona, la cohumulona y la adhumulona.

Cuando soltamos alegremente el lúpulo en el mosto hirviendo, las altas temperaturas (la creencia más común dice que a partir de los 80 °C) provocan que estos alfa-ácidos sufran un cambio estructural. El cambio en sí mismo, se llama “isomerización” [¡plink!], y da pie a que surjan los compuestos amargos solubles que nos vamos a encontrar en la cerveza final. Cuando un alfa-ácido es isomerizado, tenemos que empezar a hablar de iso-alfa-ácidos. Los químicos, tras un simposio mundial y muchas horas de deliberación (y bastantes heridos en las discusiones que derivaron en violencia), decidieron llamar a estos compuestos iso-humulona, isu-cohumulona e iso-adhumulona.

No todo es tan sencillo, cabe apuntar que el lúpulo también contiene beta-ácidos (también llamados resinas blandas), que al isomerizarse también aportar amargor. Sin embargo, la solubilidad de estos ácidos es tan baja que no merece la pena tenerlos en cuenta a nivel jombrigüer. A menudo se dice que los beta-ácidos tienen entre un tercio y una décima parte de ‘potencial amargante’ que los alfa-ácidos. Sin embargo, cuando el lúpulo envejece, pierde alfa-ácidos y gana beta-ácidos (y por eso es atractivo jugar con lúpulos viejos en algunas ocasiones). Y hay otros elementos ajenos a los alfa-ácidos, como pueden ser productos oxidados durante la recolección y almacenamiento del lúpulo que también aportan amargor y que nadie los mide… ¡qué divertido!

En resumen, es importante saber que la formación de iso-alfa-ácidos durante nuestro hervido va a depender directamente los factores que ya hemos hablado en el párrafo anterior: cantidad de lúpulo que entra en la olla, tasa de aprovechamiento, contenido en alfa-ácidos del lúpulo usado y volumen del lote.

La Tasa de Aprovechamiento (TA), el Factor de Aprovechamiento o “Utilización” (U%)

La manera más rápida de definir la tasa de aprovechamiento del lúpulo (o el “factor de utilización”, como se suele encontrar en la web) es el porcentaje del total de alfa-ácidos que finalmente se convertirán en iso-alfa-ácidos. Es decir, que no el 100% de los %AA que tiene un lúpulo van a quedarse en la cerveza. Además de que se requiere cierto tiempo para que el proceso de isomerización se lleve a cabo, no todos sufren la conversión, y otros que sí la sufren, se pierden en el propio proceso de elaboración.

Dicho esto, podemos deducir que la tasa de aprovechamiento del lúpulo será mayor cuanto más tiempo esté en contacto con el mosto hirviendo. Por eso, dependiendo del momento en que adicionemos los lúpulos tendremos una tasa de aprovechamiento distinta. Y por eso se dice que los lúpulos de amargor se añaden al principio del hervido, y los lúpulos de sabor y aroma en la recta final.

Las “líneas rojas” donde una adición pasa a ser de “amargor” o de “sabor”, o de “sabor” y “aroma” no están claramente definidas, pero se estima que entre el inicio del hervido (minuto 90 o 60, dependiendo, y el minuto 30-25) es una adición puramente de amargor. La explicación a esto es que todos los compuestos aromáticos del lúpulo se destruirán (o se escaparán durante la evaporación) con el tiempo de hervido. Para que el sabor del lúpulo se quede en el mosto, por las cuestiones de que ya no le da tanto tiempo a los alfa-ácidos a isomerizarse y porque los aceites esenciales del lúpulo ya no se van a disipar tanto en el hervor, se habla de un rango que va desde el minuto 30 (siendo el minuto 0 cuando apagamos el fuego) hasta el minuto 10-7, mientras que, si queremos conservar algo de aroma, estimamos entre 10 y 7 minutos de hervor, hasta el minuto 0, que es cuando apagamos el fuego (o resistencia eléctrica) y detenemos el hervido. En definitiva, cuanto más cerca del final del hervido, más aromas y sabores del lúpulo quedarán en el mosto. El gráfico cutre que he puesto (con las cifras de minutos más conservadoras), ilustra este párrafo.

inicio-fin

A partir de que apagamos el fuego (minuto 0), y hasta que la cerveza baja de 80 °C, todavía tenemos temperaturas propias de isomerización, por lo que, si tardamos mucho en bajar ese rango al enfriar, podemos conseguir IBUs extra con los que no contábamos en nuestros cálculos. Esto debe ser tenido muy en cuenta si usamos un método de enfriado lento, hacemos “whirpool”, o directamente no enfriamos usando el conocido método “no-chill”, en el que simplemente se tapa el mosto para evitar contaminaciones y se le deja que enfríe pasando el tiempo, incluso hasta 24 horas.

Como todo en esta afición, lo que acabamos de comentar no es tan simple. Hay otros factores que no podemos evaluar y que influyen en el aprovechamiento de los %AA. Por ejemplo, el vigor del hervido afecta al aprovechamiento del lúpulo. Cuanto más vigoroso, habrá más isomerización de alfa-acidos, pero es algo que no puedes medir de otra manera que no sea “a ojo”. Lo suyo es procurar siempre hervidos iguales en potencia para poder acomodar tus recetas a tu equipo. Así, además, podrás prever y controlar la evaporación además del aprovechamiento.

Incluso la levadura que pongas a la hora de fermentar influirá en el aprovechamiento de los %AA. Se ha comprobado que, a mayor cantidad de levadura inoculada en el mosto, menores rangos de IBUs finales se consiguen a causa de una mayor precipitación de iso-alfa-ácidos junto con la levadura. Pero no solo la cantidad de levadura influirá, sino que también la densidad inicial de fermentación, la cantidad de oxígeno, nutrientes y temperaturas de fermentación influirán en los IBUs finales. Sin olvidarnos de agentes clarificantes que además de precipitar las proteínas que provocan turbidez en la cerveza, también arrastrará iso-alfa-ácidos al fondo del fermentador. Incluso la geometría de la olla (es decir, la forma y la capacidad de la misma) o del fermentador también influirán, el pH y la composición del agua harán de las suyas a la hora de percibir el amargor en la cerveza. Así que, por favor, deja la megalomanía en la puerta antes de entrar.

Glenn Tinseth desarrolló un gráfico en el que vemos cómo la curva de aprovechamiento no es lineal y que cae de manera espectacular en la recta final del hervido, lo que reafirma lo que ya sabíamos.

grafico-glenn

Lo realmente importante es saber y tener claro que la tasa de aprovechamiento no va por escalones, si no que se trata de una curva descendente en función de lo cerca que esté el final del hervido, el gráfico lo deja muy claro.

Sin embargo, podemos decir que precisamente este el “punto conflictivo” entre los diferentes investigadores del tema. Cada uno, basándose en su experiencia, ha declarado unas Tasas de Aprovechamiento diferentes. Algunos son más conservadores, otros más optimistas, otros tienen resultados similares en algún punto del tiempo de hervido, pero se desvían en otros… Por tanto, dependerá de nosotros mismos y nuestra experiencia ajustar los valores que usemos en nuestros cálculos. Aquí podemos ver una tabla comparativa entre diferentes puntos de vista:

Tabla Valores de Aprovechamiento (todos)

Fórmula IBU

Una de las primeras investigaciones para cálculo de IBUs, a nivel jombrigüer, se llevó a cabo en 1990 por Jackie Rager y fue publicada en la revista Zymurgy. Años más tarde, en 1997 Michael L. Hall escribió un artículo sobre este tema en la misma revista muy interesante y que está disponible para consultar libremente en la web de la AHA [¡plink!], donde además compara otras metodologías y profundiza en detalles técnicos (y que ha servido de inspiración para este post).

La mayoría de investigadores se centran en una fórmula de cálculo (más o menos común) cuya principal diferencia la tenemos en el cálculo de la Tasa de Aprovechamiento. Escritores cerveceros como Ray Daniels en Designing Great Beers, Randy Mosher en Radical Brewing o Mark Garetz en Using Hops (que curiosamente tiene los números más conservadores, y que no tiene en cuenta ningún aprovechamiento del lúpulo para los tiempos cortos de hervido) han desarrollado este tema en detalle. Por supuesto, Jack Rager (que fue el primero) debe ser un referente, aunque tiene los valores de aprovechamiento más altos que el resto de investigadores, y Glenn Tinseth y Greg Noonan también tienen su cuota de aportación en este tema.

La ecuación básica para la estimación de IBUs es la siguiente:

fórmula IBUs

En fórmula lineal podemos expresarlo como:

IBU = (Gramos x TA x %AA x 1000) / (Litros x CrD)

Donde:

Gramos es el peso del lúpulo añadido en gramos.

TA (U% en la fórmula original) es el factor de aprovechamiento del lúpulo (del inglés “Utilization”), y se expresa como decimal. Es decir, que un factor de aprovechamiento del 9%, se expresará en la fórmula como 0,09. Este dato se consulta en una tabla específica, pero hay varios criterios para su cálculo, y hablaremos de ello más adelante.

%AA es el contenido de alfa-ácidos del lúpulo, que te lo da el distribuidor y viene siempre en las etiquetas del lúpulo. Se expresa también como decimal (por ejemplo, 16% de alfa-ácido, sería 0,16)

Los litros se refieren al volumen del mosto final, o lo que es lo mismo, lo que irá al fermentador. Se supone que tendrías que conocer tu equipo al dedillo para saber estimar cuánto mosto te quedará en función del volumen hervido y la tasa de evaporación, teniendo en cuenta el vigor de dicho hervido. Pequeñas variaciones en este dato provocarán desvíos en el resultado, así que conviene estudiar las fórmulas antes y después de elaborar, para ir ajustándolas.

CrD quiere decir “Corrector de Densidad”, ya que la isomerización disminuye cuando el mosto es más denso. Hay diferentes interpretaciones a este cálculo, y algunos investigadores ni lo tuvieron en cuenta en su momento. No obstante, merece la pena verlo en detalle.

Corrector de Densidad

Algunas visiones para calcular este corrector son bastantes simples (como, por ejemplo, la de Ray Daniels). Cuando el mosto, antes del hervido, tiene una densidad de 1,050 o menos, dicho factor corrector es 1 (y nunca puede ser menos de 1). Si el mosto tiene más de 1,050 antes del hervido el factor corrector será mayor que 1, de acuerdo a la siguiente fórmula:

CrD = 1 + [(Densidad Hervido – 1,050) / 0,2]

Como ejemplo, si nuestro mosto antes de hervir tuviera una densidad de 1,080, el CrD sería:

CrD = 1 + [(1,080 – 1,050) / 0,2]
CrD = 1 + (0,03 / 0,2)
CrD = 1 + 0,15
CrD = 1,15

Hay otra fórmula más ambiciosa para calcularlo, sobre todo a la hora de estimar la densidad del hervido, que tiene en cuenta el volumen del mosto y su variación por evaporación, y que sería tal que así:

Densidad Hervido = [(DAH – 1) x VF / VI] + 1

Donde:

DAH: Densidad Antes de Hervir
VF: Volumen de litros finales (después de hervir)
VI: Volumen de litros antes de hervir

Por tanto, imaginad que, en el ejemplo anterior, teníamos la DI antes de hervir de 1,080, y que queremos hervir un volumen de 28 litros para quedarnos en 24 (por la evaporación). Por tanto:

Densidad Hervido = [(1,080 – 1] x 24 / 28] + 1
Densidad Hervido = [(0,08 x 24) / 28] + 1
Densidad Hervido = (1,92 / 28) + 1
Densidad Hervido = 0,069 + 1
Densidad Hervido = 1,069

Por tanto, si aplicamos la fórmula anterior, en realidad el factor corrector sería:

CrD = 1 + [(1,069 – 1,050) / 0,2]
CrD = 1 + (0,019 / 0,2)
CrD = 1 + 0,095
CrD = 1,095

Entre un cálculo y otro hay una diferencia de 0,055 que variará en algo (poco) el resultado del cálculo.

Ejemplo de cálculo de IBU aportado en una adición de lúpulo

Vayamos, por fin, a la práctica (o mejor dicho, a la práctica de la teoría). El uso de la afamada fórmula nos puede responder a la sencilla pregunta de “¿cuántos IBUs estoy aportando a mi cerveza?”. Veamos un ejemplo.

Bruno, avezado jombrigüer de Pales Ales sin igual, está elaborando una de sus recetas, donde tiene un mosto de 1,040 antes de hervir, y una única adición de 30 gramos de lúpulo Hungendog con 9% de alfa-ácidos en el minuto 90, para su lote habitual de 24 litros finales. De repente, levanta la vista, se rasca la barbilla y con voz temblorosa replica “¿y cuántos IBUs estoy aportando a mi cerveza, oh, Dios misericordioso?”. Por lo que si Bruno realmente quisiera saberlo tendría que aplicar la mencionada fórmula.

fórmula IBUs

Por tanto, estos serían los resultados según el perfil de Aprovechamiento escogido (hay que consultar la tabla-resumen y buscar el valor de TA correspondiente (ojo, los valores de la tabla son %, por lo que se tienen que expresar en formal decimal, esto es que un valor de 25 se debe expresar en la fórmula como 0,25)

IBU= (30 x ¿TA? x 0,09 x 1000) / (24 x 1) = ¿?

Noonan: IBU= (30 x 0,31 x 0,09 x 1000) / (24 x 1) = 34,88 IBUs = 35 IBUs
Rager: IBU= (30 x 0,30 x 0,09 x 1000) / (24 x 1) = 33,75 IBUs = 34 IBUs
Daniels: IBU= (30 x 0,27 x 0,09 x 1000) / (24 x 1) = 30,38 IBUs = 30 IBUs
Tinseth: IBU= (30 x 0,247 x 0,09 x 1000) / (24 x 1) = 27,79 IBUs = 28 IBUs
Garetz: IBU= (30 x 0,23 x 0,09 x 1000) / (24 x 1) = 25,88 IBUs = 26 IBUs
Mosher: IBU= (30 x 0,208 x 0,09 x 1000) / (24 x 1) = 23,40 IBUs = 23 IBUs

Como se ve claramente, hay una diferencia bastante grande entre la estimación de Mosher, la más conservadora con 23,40 IBUs y la de Noonan, más optimista, de 34,88 IBUs. Hablamos de 11,48 IBUs entre uno y otro. Ya dijimos en otro post cuando hablamos de los IBUs que el ser humano no puede distinguir entre (por ejemplo) 35 y 36 IBUs, sino que se cree que nota las escalas de IBU de 5 en 5. Es decir, que sí notaría la diferencia entre 31 y 36 IBUs.

Por tanto, hay que poner en práctica estos cálculos y saber cómo afectan a tu cerveza para ir ajustando tus formulaciones según tus experiencias.

Cálculo de la cantidad necesaria de lúpulo

A pesar de todo lo dicho, el cálculo realmente útil se hace a la hora de diseñar la receta de la cerveza. Es decir, días antes de la elaboración, cuando te planteas el estilo de cerveza a elaborar y los lúpulos que vas a utilizar (o los que tienes disponibles).

De forma natural y por regla general, primero decides el estilo de cerveza a elaborar. Para hacerlo de manera práctica, veamos un ejemplo, y pongamos que queremos hacer una Ordinary Bitter. Sabemos que tenemos que estimar una D.I. de 1,030 – 1,039 según la BJCP (a la que podremos hacer caso o no, ese no es el debate que hoy nos ocupa), y nosotros apuntaremos a 1,039 (si llegados a este punto todavía no sabes cómo calcular la cantidad de malta para alcanzar esta densidad, ve a siguiente post [¡plink!]). El rango de IBUs para este estilo es de 25 a 35. Deseamos una cerveza que el lúpulo tenga presencia, pero sin ser el protagonista total, por lo que apoyándonos en lo que sabemos del índice BU:GU [¡plink!] decidimos que 25 IBUs estará muy bien para esa densidad, ya que en el gráfico está en el límite de “cerveza poco lupulizada” y “muy lupulizada”, y cuyo índice BU:GU (25/39 = 0,64) nos da un equilibrio apreciable. Como sólo disponemos en el congelador 4 kilos de lúpulo Hungendog (procedentes de la última compra conjunta) con un contenido de alfa-ácidos del 8%, la pregunta es sencilla. Si mi lote habitual es de 22 litros finales, ¿cuántos gramos de lúpulo Hungendog con 8 %AA tengo que poner en el minuto 90 de hervido para alcanzar mis 25 IBUs deseados?

Para averiguarlo, no hay más que darle la vuelta a la fórmula establecida, usando lo que hemos aprendido en la EGB para la resolución de ecuaciones (o directamente, usando la que te pongo aquí mismo):

fórmula Gramos

De forma lineal podemos expresarla como:

Gramos = (Litros x CrD x IBU) / (TA x %AA x 1000)

Y en nuestro ejemplo, sería:

Gramos = (22 x 1 x 25) / (¿TA? x 0,08 x 1000) = ¿?

Por lo tanto, según el perfil de Aprovechamiento que escojamos, tendríamos que añadir estos gramos:

Noonan: Gramos = (22 x 1 x 25) / (0,31 x 0,08 x 1000) = 22,18 g. = 22 gramos
Rager: Gramos = (22 x 1 x 25) / (0,30 x 0,08 x 1000) = 22,92 g. = 23 gramos
Daniels: Gramos = (22 x 1 x 25) / (0,27 x 0,08 x 1000) = 25,46 g. = 25 gramos
Tinseth: Gramos = (22 x 1 x 25) / (0,247 x 0,08 x 1000) = 27,83 g. = 28 gramos
Garetz: Gramos = (22 x 1 x 25) / (0,23 x 0,08 x 1000) = 29,89 g. = 30 gramos
Mosher: Gramos = (22 x 1 x 25) / (0,208 x 0,08 x 1000) = 33,05 g = 33 gramos

Obviamente, en la práctica redondearíamos gramo arriba, gramo abajo. No obstante, hay una diferencia de unos 11 gramos entre un planteamiento y otro. Por tanto, seguimos diciendo que conviene hacer cálculos y ver los resultados para saber por dónde nos movemos.

¿Complicando el asunto? Adiciones de sabor y aroma

Todo esto está fenomenal, pero habitualmente las cervezas que nos gustan elaborar tienen más de una adición de lúpulo. Y como ya hemos explicado al principio del post, suelen determinarse para aportar aroma y sabor.

Es bastante más simple de lo que parece. En serio. Realmente, hay que tener en cuenta que las aportaciones para aroma y para sabor son las que menos amargor aportan, habida cuenta de su poco aprovechamiento. Por tanto, la cantidad de gramos para estas adiciones se estiman en proporción al lote. Por ejemplo, una regla sencilla por dónde empezar tu carrera de diseño de recetas es empezar por 1 gramo/litro final de cerveza. Es decir, por ejemplo, si tu lote es de 24 litros, poner 24 gramos de lúpulo a los últimos 5 minutos (para aroma) y 24 gramos de lúpulo a los últimos 15 minutos (para sabor). Cuando sepas cómo afecta esto a tu cerveza, podrás ir ajustando hacia arriba o hacia abajo, o jugar con los tiempos de adición. Ojo también porque hay lúpulos más aromáticos que otros y habrá que ajustar las cuotas.

Una vez hayas establecido la cantidad de lúpulo añadido en sabor y aroma, tan sólo tienes que calcular cuántos IBUs aporta cada una de esas adiciones con la fórmula que hemos visto. Luego, restar esos IBUs de la cantidad de IBUs totales a aportar a la cerveza, y mediante la otra fórmula que ya conocemos para calcular la cantidad necesaria de lúpulo, hacer el ajuste de amargor.

Por si no ha quedado claro, veamos un ejemplo práctico más:

Para no complicarnos con los diferentes planteamientos, escogeremos el de Ray Daniels (que personalmente es el que yo uso, con buenos resultados) para este ejemplo. Pongamos que queremos hacer la receta-clon de una Rogue Chocolate Stout Clone que podemos encontrar aquí [¡plink!] y que nos da la siguiente información:

28 g de Cascade (pellet) con 5 %AA a los 90 min.
28 g de Cascade (pellet) con 5 %AA a los 30 min.
28 g de Cascade (pellet) con 5 %AA a los 0 min.

Además, nos dice apuntar a una densidad inicial de 1,069 y buscar los 30 IBU. Veamos entonces cómo podemos reinterpretar esta receta.

Para empezar, hemos comprado Cascade y solo hemos podido encontrar en flor, con un %AA de 6,4, por lo que no empezamos muy bien. Además, la receta estima esas cantidades de lúpulo para un lote de 19 litros, pero yo elaboro 25. Seguimos mal. ¡¡Pero no pasa nada, porque ya sabemos cómo actuar!!

Lo primero es calcular cuántos IBUs nos van a aportar las adiciones de aroma y sabor. Si en la receta que queremos adaptar usan 28 gramos para un lote de 19 litros, sabemos que están usando 28/19= 1,47 g/l, así que ya sabemos por dónde empezar. Como nuestro lote será de 25 litros, usaremos 1,47 x 25 = 37 gramos de lúpulo.

Se da la circunstancia de que tenemos una DI por encima de 1,050 por lo que hay que aplicar el corrector (CrD). Sabemos (porque conocemos nuestro equipo y nuestra evaporación) que al hervir 90 minutos se nos evaporan unos 7 litros, por lo que tenemos que empezar con 32 litros en la olla, a una densidad antes de hervir de 1,054 (si no sabes porqué, ver este post [¡plink!]), por lo que aplicando la fórmula:

CrD = 1 + [(Densidad Hervido – 1,050) / 0,2]

CrD = 1 + [(1,054 – 1,050) / 0,2]
CrD = 1 + (0,004 / 0,2)
CrD = 1 + 0,2
CrD = 1,2

IBUS que aporta la adición de 37 gramos de lúpulo Cascade flor con 6,4 %AA en el minuto 0 (según Daniels):

IBUs= (37 gramos x 0,05 x 0,064 x 1000) / (25 x 1,2) = 3,94 IBU (4 IBU)

Y seguimos con la segunda adición: IBUS que aporta la adición de 37 gramos de lúpulo Cascade flor con 6,4 %AA en el minuto 30 (según Daniels):

IBUs= (37 gramos x 0,19 x 0,064 x 1000) / (25 x 1,2) = 14,99 IBU (15 IBU)

Ya hemos averiguado que las dos adiciones finales nos aportan un total de 4 + 15 = 19 IBUs. Como la receta apunta a 30 IBU, tenemos que calcular cuántos gramos de nuestro lúpulo tenemos que poner en la olla en el minuto 90, pero para aportar 30 – 19 = 11 IBUs.

Así que, aplicando la otra fórmula, tenemos que:

Gramos = (25 x 1,2 x 11) / (0,27 x 0,064 x 1000) = 19 gramos

Ya tenemos algo por donde elaborar nuestro primer lote de este clon, evaluar los resultados e ir ajustando la receta hasta darle el toque definitivo, pero con resultados aceptables desde el principio.

Ray Daniels (quien me conoce o lee asiduamente este blog, ya sabe lo mucho que me gusta su libro “Designing Great Beers”) le dedica el capítulo 9 a esta temática, y emplea varias páginas a la adaptación de los cálculos de los factores de aprovechamiento a tu equipo y procesos, por lo que, si eres muy friki, puedes investigarlo para tener unos cálculos más ajustados (aunque no es el único, hay muchas publicaciones en internet sobre el tema). También juega con otros pormenores muy interesantes, como, por ejemplo, quienes hierven una cantidad determinada de cerveza, pero luego la diluyen con agua en el fermentador, cómo tener en cuenta este hecho para acertar con los IBUs, o el cálculo de degradación de los alfa-ácidos en los lúpulos de acuerdo a su edad, variedad, y temperatura de conservación.

Consideraciones finales

Algunos jombrigüeres son muy aficionados a poner el lúpulo tan pronto el mosto está saliendo del macerador. A esta técnica se la conoce como “First Wort Hopping” o FWH, y se cree que tiene efectos positivos en el aroma del lúpulo, así como que proporciona un amargor más redondo e integrado. Si quieres tener en cuenta el aporte de amargor de estos lúpulos, muchos softwares cerveceros lo estiman en un 10% superior al punto de empezar el hervido.

Otros cerveceros ponen el lúpulo directamente en el macerado, con la creencia de que esto potencia el aroma del lúpulo. Sin embargo, la tasa de aprovechamiento del amargor es mucho menor, y se suele estimar en un 20% del valor de aprovechamiento del tiempo de hervido equivalente (es decir, la duración del macerado).

Cabe destacar que, para lotes más grandes de 100 litros, las tasas de aprovechamiento del lúpulo se disparan, y muchas microcervecerías consiguen valores de aprovechamiento de un 300% con respecto a un jombrigüer y su lote casero de 20 litros. Conviene, como siempre, ajustar los valores a tu equipo concreto.

El deterioro del lúpulo tampoco es el mismo para todas las variedades, ya que algunas soportan mejor el almacenamiento que otras. Sin embargo, las estimaciones caseras para este factor son del 50% de alfa-ácidos si el lúpulo tiene un año y no ha sido conservado en frío, y 25% si sí ha estado conservado en frío. Como aproximación, puedes volver a hacer el mismo cálculo para el siguiente año (y posteriores), pero obviamente siempre serán estimaciones.

Los pellets se disuelven prácticamente por completo cuando se añaden al hervido, haciendo que los alfa-ácidos estén más disponibles y se isomericen más fácilmente. La diferencia entre la tasa de aprovechamiento de lúpulos en flor y en pellets suele cuantificarse en un 10% (es más potente el pellet que la flor), sin embargo, dependiendo de la fuente consultada, puede aumentar hasta un 15-25%. Tendrás que ajustar la tasa de aprovechamiento con el porcentaje que estimes ajustado a tu equipo (de entre un 10 a un 25%).

En los trasiegos, perderás IBUs, si quitas mucho turbio antes de la fermentación, perderás IBUs. Si filtras, perderás IBUs. Si usas agentes clarificantes, perderás IBUs.

Sobre usar lúpulo fresco (fresh hopping), o lo que es lo mismo, coger lúpulo de la planta y echarlo a la olla de cocción, hay bastantes visiones de cuánto echar y cómo afecta esto a los IBUs. En primer lugar, lo más recomendable es usarlos sólo para aroma, puesto que el lúpulo tiene la manía de crecer en la planta sin la etiqueta que te dice cuántos alfa-ácidos contiene. En el caso de que hagas una estimación de los %AA haciendo una media con los rangos habituales de la variedad en concreto (y aciertes), diferentes publicaciones de internet te dicen de echar entre 5 y 8 veces la cantidad necesaria. Una vez me contaron que el lúpulo seco tiene un 8% de agua, mientras que el resto (92%) es materia sólida. La flor fresca se estima que es un 80% agua y un 20% materia sólida. Si divides 92 / 20 te sale que necesitas 4,6 veces más de flores frescas que secas para una misma aportación de materia sólida. Con estas estimaciones, si tienes en cuenta (y sabes la manera de calcular o estimar el contenido de agua de tu flor), puedes variar la cuota a adicionar.

Hago todas estas consideraciones, exponiendo todos los factores incontrolables no para que el jombrigüer se corte las venas, sino porque considero necesario saber de antemano que estamos jugando con estimaciones y con teorías, y que incluso a pesar de todos esos factores que no podemos cuantificar, podemos obtener buenos resultados usando estos cálculos y teniendo consistencia en los procesos de elaboración. Y porque si repetimos lotes y tenemos resultados diferentes, podemos identificar qué proceso hemos hecho diferente y por donde viene la diferencia.

¡Eh! ¿Y el dry hopping?

El “dry hopping” o lupulización en frío, explicándolo de manera rápida, es la adición de lúpulo durante la fermentación (o después de ella) para aportar aceites aromáticos del lúpulo a la cerveza sin haber hervido dicho lúpulo. Según hemos visto en este artículo, la teoría nos dice que, al no haber hervido, no tendría lugar la isomerización de los alfa-ácidos y por tanto no habría aporte de amargor. Sin embargo, también hemos dejado caer que el lúpulo tiene otras sustancias amargantes que nadie suele tener en cuenta, porlo que una corriente de elaboradores sí insiste en que tiene cuota de amargor, aunque desdeñable desde otros puntos de vista. Esta técnica es muy útil, efectiva y divertida, y merece verla de cerca y en detalle, por lo que hablaremos de ella en otro post.

El Parti-Gyle, divide y bebe más (variedad)

  El parti-gyle es una de las tradiciones cerveceras más antiguas que se conocen, y sin embargo, todavía muchos jombrigüeres o no lo conocen, o no lo usan, o lo hacen sin saber que se llamaba así. Creo que merece la pena conocer los detalles técnicos e históricos de lo que encierra esta expresión, y le vamos a dedicar este post.

Yendo al grano, resumiendo un poco el asunto, y como punto de partida, podemos decir que el parti-gyle es una técnica de elaboración que consiste en instrumentar un único macerado de malta con una única carga de grano en el macerador, de tal manera que gracias a una oportuna gestión del mismo y manejando por separado los diferentes mostos extraídos, podamos elaborar diferentes cervezas de una vez.
Esto implica poner agua caliente en la malta, vaciar el macerador, darle un uso a ese mosto hirviéndolo por separado, y volver a poner agua caliente en el macerador para seguir aprovechando los azúcares que han quedado en la malta, dándole otro uso diferente a este segundo mosto, y repitiendo la operación tantas veces como sea conveniente. Usualmente, esto se hace aprovechando el primer mosto (más denso) para hacer una cerveza potente y el resto de mostos (o la suma de ellos), para otra (u otras) cervezas.

Gyle

En nuestra afición, como en todas las demás, hay muchas palabras propias que fuera del círculo de cerveceros, son difíciles de entender; lo que se denomina “jerga”, sin dar más rodeos. La mayoría nos han llegado al español desde otras culturas y algunas son incómodas de traducir, y no se traducen. Otras, directamente, tienen una traducción muy difícil o imposible, por lo que se opta también por el hecho de no traducirse. Así, tenemos muchas palabras raras en nuestros textos de referencia, cuando esos textos son en castellano.
“Gyle” (\ˈgī(ə)l\) viene a significar, ni más ni menos, que “la cerveza que está en proceso de fermentación”, o más técnicamente “el mosto, una vez se ha puesto la levadura en él, y que está en proceso de fermentación para convertirse en cerveza”, es difícil de encontrar en diccionarios de inglés comunes, pero se puede acudir al Merriam-Webster [¡plink!]. La palabra está relacionada con la francesa “guiller”, del mismo significado, y en algunos casos, la grafía de la palabra era “gael” o “guile”.
“Parti” es más fácil de asimilar, puesto que viene del latín partīre, en su acepción de “dividir”.
Se usó mucho entre en los siglos XIV y XIX, y ahora ya es más complicada de encontrar, puesto que se perdieron muchas costumbres y palabras cuando la cerveza dejó de ser algo exclusivo de elaboraciones tradicionales y de monasterios y dio el salto a la industrialización de sus procesos. Así que de no ser porque define una técnica de elaboración muy antigua, probablemente la palabra en sí ya habría desaparecido del todo.

Nota curiosa: en los textos que leí para documentarme sobre el parti-gyle, me encontré con un verbo también en desuso, “to barm”, que venía a significar “añadirle levadura a algo” (como sustantivo, era equivalente a kraeusen)… Me pregunto si alguien se atrevería a usar el verbo “barmear” en español…

Parti-Gyle, históricamente hablando

Actualmente, lo usual es diseñar una cerveza partiendo de una receta en la que has previsto qué densidad vas a conseguir, extraer todos los azúcares posibles de dicha malta mediante un macerado simple, lavar la malta para arrastrar los azúcares residuales y potenciar tu rendimiento, y mezclar el mosto junto con el líquido del lavado para completar así la cantidad de mosto a hervir, y cumplir con tu objetivo de densidad. Suena lógico y fácil, sobre todo ahora que se dispone de un densímetro y de muchos conocimientos acerca de qué reacciones químicas suceden dentro del mosto.
Sin embargo, el proceso estándar de elaboración de cervezas hace siglos, no era éste, si no que por sistema, se ponía agua caliente en la malta molida, se sacaba el mosto tras el macerado y se le daba un uso concreto a dicho mosto. Luego, se volvía a poner agua caliente en la malta ya macerada para volverla a macerar (a menudo, añadiendo algo más de malta molina) y se volvía a sacar el mosto. Éste segundo mosto tendría una densidad menor, y se destinaría a elaborar una cerveza distinta. Se hacían más macerados, o se combinaban el primero y el segundo mosto, y se aprovechaba el tercero (o el resto) para hacer la famosa “small beer” (cerveza floja). Las posibilidades eran múltiples y dependía del sitio de elaboración y del maestro cervecero en cuestión. Es muy popular la historia de que en las casas donde se hacían cerveza, se aprovechaban los primeros mostos para elaborar las bebidas de los señores, y los criados se contentaban con los últimos.
Los primeros libros que ilustran las metodologías empleadas en la elaboración de cerveza de manera más o menos seria datan del siglo XVIII, y en ellos se encuentran muchos ejemplos del método comentado. Gracias al historiador Ron Pattinson (que tiene un blog interesantísimo [¡plink!]), que se ha encargado de investigar muchos de ellos, sabemos que esto era así. Y se percata del hecho de que lo realmente raro era elaborar una cerveza en la que se usaran todos los mostos mezclados para un único fin, y va más allá, la cerveza Porter (quien quiera conocer más detalles de la historia de la Porter puede leer este ameno post [¡plink!]), en un principio se denominaba “Entire”, ya que sí que se elaboraba “a partir de un macerado entero” (es decir, todos los mostos de un único macerado se recogían en la misma olla de hervido para crear un único lote con una densidad consistente), puesto que, gracias a la llegada del densímetro a finales de ese siglo, se empezaron a dar cuenta de cómo aumentar rendimientos y a manejar las densidades de una manera óptima.
Aun así, el parti-gyle no fue una tendencia en desuso, sino que se empezó a usar de una manera más sofisticada, al tener más control sobre los procesos. Las nuevas tecnologías como el densímetro (que ya lo habíamos dicho) y nuevas técnicas de malteado y macerado, hicieron que las fábricas cambiaran sus planteamientos de elaboración de cara al ahorro de costes y la búsqueda de la rentabilidad.
En las publicaciones del siglo XIX, lo normal es que hasta los cerveceros más pequeños tuvieran una cierta cantidad de cervezas en sus listas de precios… cualquier fábrica era capaz de venderte Stock Ales, diferentes Pale Ales, diferentes Milds, Table Ales y Stouts de diferentes potenciales, y esto se conseguía por medio de la elaboración parti-gyle, usualmente manejando entre tres y cuatro mostos de un mismo macerado, y sus diferentes combinaciones, no solo de mostos completos, sino de parte de ellos.
En el siglo XX, fueron los cerveceros escoceses los que más de aplicaron con esta técnica. Su costumbre era usar una misma receta básica y a partir de ahí, sacar diferentes mostos con diferentes potenciales de alcohol… las famosas 60/-, 70/-, 80/- y la Strong Ale. Para más detalles sobre la historia (fantasma) de las cervezas escocesas, se puede leer este otro post [¡plink!] también muy ameno…
Pero el parti-gyle no se detenía en el macerado… los cerveceros, que ya controlaban las densidades del mosto a placer, podían coger una parte de la producción ya embarrilada y cebarla con azúcar para potenciar su nivel alcohólico. Y como podían, pues lo hacían para sacar versiones más potentes, controlando también el nivel de producción de acuerdo a la demanda de dichas cervezas.
El uso de esta técnica empezó a decaer en la década de 1960, pero no se ha extinguido, sobre todo en Inglaterra, donde sigue siendo una forma habitual (y práctica) para hacer diferentes cervezas a partir de una única carga de malta. Fuller’s, por ejemplo, sigue haciendo sus cervezas Chiswick, London Pride, Export London Pride, ESB, ESB Export, Golden Pride y Vintage Ale mediante esta técnica. O la fábrica Woodforde’s en Norwich elabora una Barleywine de 7% y una Golden Ale de 4,3% partiendo de una misma receta. También sigue siendo lo normal en algunas fábricas alemanas para elaborar Bocks con distinto potencial e incluso en Bélgica, variaciones de algunas cervezas trapenses.
De hecho, hay quien apunta que este es el origen de que las cervezas belgas trapenses se llamen Triples, Dobles y Singles, siendo la Triple elaborada con el primer mosto, la Doble con el segundo y la Single con el tercero. O en Inglaterra, las famosas X que aparecían en las etiquetas de las cervezas, siendo las XXX las del primer mosto, las XX las del segundo mosto y la X, la del tercero.

El planteamiento correcto

Para una fábrica comercial, es bastante ventajoso, ya que puede que ciertas cervezas tengan un mercado limitado con menos demanda, por lo que hacer un lote entero de una Imperial Stout o una Barley Wine usando el 100% de la capacidad del mosto de su macerador sea algo poco rentable. O que su equipo esté limitado para conseguir una densidad muy alta (y hervir mucho tiempo también sea poco rentable)… Pero si el cervecero se plantea usar el parti-gyle y usar el primer mosto para hacer un lote pequeño con una densidad muy alta, puede hacer una operación rentable, usando el resto de material para un lote de una cerveza habitual con mayor cuota de mercado.
Esto es extrapolable a los jombrigüeres… sobre todo porque a algunos, elaborar 20, 30 o 50 litros de una cerveza con 10% de alcohol nos hacía mucha gracia al principio, pero cada vez la tendencia es moverse a cervezas de fácil consumo (o Easy Drinking, como nos cuenta nuestro amigo Antoineitor en este artículo [¡plink!]), así que te puedes pegar el gustazo de experimentar y hacer, el mismo día, unos pocos litros de una cerveza más exclusiva y usar el resto de mostos para conseguir otra receta más normalita. Además, te da el juego para usar dos cepas de levadura, lupulizar deferente (o no, y ver cómo afecta la densidad a un mismo planteamiento). Y siendo sincero, si elaboras 50 litros, a menos que en tu casa viva un equipo de futbol o tus amigos tengan más vicio que una garrota, elaborar un lote de esa cantidad de la misma variedad no siempre va a ser la mejor idea.
La flexibilidad de esta idea es infinita. Digamos que quieres hacer una Doble IPA con bastante alcohol, y sacas un primer mosto de tu macerador bastante subido de densidad. Nada te impide entonces añadir malta Chocolate o Cebada Tostada al macerador y usar los azúcares restantes en la malta para hacer una Dry Stout o una Brown Ale. Y si no añades las maltas tostadas, es posible elaborar una Ordinary Bitter, o añadirle azúcar al hervido del segundo mosto y convertir la cerveza en Pale Ale o IPA… el límite está en tu imaginación.
Pero no todo iba a ser fácil: vas a necesitar más equipo. Más fermentadores, y obviamente, al menos dos ollas para hacer hervidos distintos y sus correspondientes fuentes de calor. La clave para empezar en el parti-gyle pasa por invitar a otro compañero jombrigüer a tu casa, para que se traiga sus cacharros y elaborar de manera conjunta sin invertir en más equipo.
La experiencia de los jombrigüeres que han intentado esto no aconseja hacerlo con una sola olla, porque si tienes que esperar a hervir un mosto para luego hervir el otro, la jornada se hace interminable. Por otro lado, si lo que tienes pensado es guardar el mosto todo un día y una noche para hervirlo al día siguiente, la posibilidad de que en lugar de mosto tengas un líquido repugnante son muchísimas. Eso sí, si hierves a la vez, programa bien los tiempos para poder enfriar uno de los mostos cuando ya estés seguro de que el otro se encuentre a la temperatura correcta para “barmearlo”.

La teoría matemática

Vaya por delante que ni leyendo en foros, ni a los autores de los artículos de referencia, ni a amigos que lo han intentado, ni a mí mismo, les ha funcionado la teoría de densidades que todo el mundo maneja y que voy a explicar un poco más abajo. Sin embargo, a pesar de eso, se necesita un punto por dónde empezar, y como estimación, resulta una guía útil, así que a no ser que encuentres una teoría diferente, es la única por dónde empezar a hacer números hasta que hayas comprobado por ti mismo qué es lo que sale en la práctica con tu equipo.
Hazte a la idea de que la primera vez que hagas un parti-gyle, si atinas con las densidades, será por casualidad, y estate preparado para ajustar las densidades a la cantidad correcta si necesitas forzosamente entrar en un rango concreto, y prepárate para equilibrar los IBUs sobre la marcha. Conviene tratar las recetas como cervezas independientes a la hora de lupulizar y estimar el amargor.
Quizás no estés familiarizado con el concepto de Puntos de Densidad y el texto a continuación te suene un poco a koreano, pero no hay problema, porque este tema quedó bien explicado en el último post [¡plink!].

Cuando nos planteamos hacer un lote parti-gyle, tenemos que pensar cómo vamos a dividir el mosto. Lo usual es dividir un mosto (el macerado + el lavado) en 1/3 + 2/3 o bien en 1/2 + 1/2.

Si dividimos el lote en 1/3 + 2/3, aproximadamente la mitad del extracto total va al primer tercio, mientras que la otra mitad del extracto iría a la parte más grande de 2/3.

Pongamos que queremos hacer 30 litros de cerveza con una densidad inicial de 1,060 para el lote completo, contando con que tenemos 1.800 Puntos de Densidad (30 litros x 60 del ‘factor denso’), así que vamos a estimar qué densidades conseguiremos dividiendo el mosto, usando la siguiente fórmula:

(1.800 Puntos de Densidad x 0,50) / 10 litros = 90
(1.800 Puntos de Densidad x 0,50) / 20 litros = 45

  Concluyendo que los primeros 10 litros (1/3 de los 30 litros) podrán tener una densidad aproximada de 1,090, mientras que los 2/3 restantes (los otros 20 litros), tendrán una densidad de alrededor de 1,045.

Los lotes divididos en 1/2 + 1/2 tendrán alrededor del 58% del extracto total en el primer mosto, y un 42% en el segundo. Usando el mismo ejemplo que antes (lote de 30 litros con una densidad inicial programada de 1,060 para el lote completo), podremos estimar que los primeros 15 litros tendrán una densidad de unos 1,070 y la otra mitad del mosto, unos 1,050. La explicación se ve muy clara en el siguiente cálculo:

(1.800 Puntos de Densidad x 0,58) / 15 litros = 69,6
(1.800 Puntos de Densidad x 0,42) / 15 litros = 50,4

  Como ya hemos dicho, no conviene fiarse al 100% de estos cálculos, puesto que estamos hablando de estimaciones (la realidad es que el equipo, la cantidad de malta usada y el ratio agua:malta entre otros factores suman una cantidad de variables infinitas imposibles de controlar).

Una buena idea para controlar los rendimientos de tu equipo es que cuando elabores la próxima vez sin hacer parti-gyle, midas las densidades separando los mostos (aunque luego los mezcles, como siempre, sólo haciendo una simulación) y te hagas una idea de cómo funciona. La experiencia dice que tendrás diferentes rendimientos si has planteado hacer una receta de densidad 1,050 o de 1,060 o de 1,070, así que es buena idea ‘tantear’ tu equipo para afinar más, más pronto.
Por supuesto, las elaboraciones Parti-Gyle permiten otras divisiones o planteamientos, por ejemplo, supongamos que vamos a coger el enfoque medieval de la elaboración de cervezas, donde conseguimos 3 mostos distintos, de igual volumen, macerando 3 veces la misma carga de malta. La estimación a seguir es la de que el lote del medio tendrá, más o menos, la misma densidad que la densidad programada para el lote completo. Para el primer mosto tendríamos que multiplicar dicha densidad por 1,5 y para el último, por 0,5.
Siguiendo con el ejemplo anterior, si hemos programado 30 litros a 1,060, los primeros 10 litros tendrán una densidad de 1,090 (60 x 1,5 = 90), los siguientes 10 litros la densidad programada, es decir, 1,060 y los últimos 10 tendrían 1,030 (60 x 0,5 = 30).
Y como digo, no tienes que quedarte ahí, puedes hacer muchas otras variaciones. Como por ejemplo, puedes mezclar partes del primer, segundo y tercer mosto para conseguir cualquier densidad que necesites. O puedes añadir extractos, azúcar o miel a los mostos más flojos para elevar su densidad y conseguir tres cervezas potentes (si eso es lo que realmente quieres). O puedes usar los dos primeros mostos para hacer una cerveza de densidad alta-media, y el último tercio del mosto para hacer una cerveza realmente ligera, o “aguachirri”… No se pueden cubrir todos los supuestos, pero creo que el texto es suficientemente descriptivo como para abrir la mente del jombrigüer y que, manejando los Puntos de Densidad, puedas estimar qué mostos vas a conseguir.

Conclusión

Llegados a este punto podemos concretar que el Parti-Gyle era el método inherente de elaboración de cervezas antes de 1780, pero que con la llegada del densímetro y un mayor control de los procesos de elaboración, dicha técnica empezó a ser una herramienta secundaria, pero a la vez, un método para ajustar las densidades y poder cumplir con la planificación de las elaboraciones de las fábricas.
A nivel jombrigüer, es ideal para hacer varias cervezas en un solo día e ir afinando las recetas a un ritmo más alegre, ya que la experimentación con volúmenes de cerveza más pequeños es menos problemático.

Referencias

Ron Pattinson (Revista Zymurgy, Noviembre/Diciembre 2014)
Terry Foster (Brew Your Own) [¡plink!]
Brad Smith (Brew Your Own) [¡plink!]
Randy Mosher (Morebeer) [¡plink!]