Las dichosas cervezas de Navidad

-Hay una cerveza para cada ocasión, y muchas ocasiones para una cerveza.
(Aristarco de Birmingham)

Hace días pensé que sería muy buena idea hablar acerca de las denominadas “cervezas de Navidad”, sin embargo, me encontré con un post de L’Art en Birra [¡plink!] que trataba sobre lo mismo, y prácticamente con el mismo enfoque que tenía pensado darle al mío, así que me desmotivé un poco. Sin embargo, a pesar de todo, voy a seguir adelante con este hilo, puesto que las fechas lo merecen, aunque de una manera más ligera de lo habitual.

A priori, cuando hablamos de “cervezas de Navidad”, nos vienen a la memoria caldichis oscuros, especiados y con una carga de alcohol con doble propósito: escapar del frío y preparar la mente para una posesión infernal del espíritu navideño, transformando nuestra férrea personalidad en un guiñapo humano que se deja arrastrar por los sentimientos de solidaridad y hermandad generalizada, y llegando al punto de cantar villancicos (o compartir un décimo de lotería premiado del sorteo extraordinario). Pero esas cervezas subidas de alcohol apetecen en Europa, claro está (obviamente, en el hemisferio norte en general). Porque en un fenómeno global como es la cerveza, para Argentinos y Australianos (por dar un par de ejemplos), tomarse una cerveza con aroma a canela y 12 voltios en una terracita al lado del mar, en chanclas y con el torso descubierto no les va a apetecer más que una depilación en seco de cuerpo entero.

Aunque siendo justos con las tradiciones, tenemos que centrarnos únicamente en el viejo mundo para darle un poco de sentido a todo esto. Teniendo en cuenta la premisa que abre el post, hay una cerveza para cada ocasión, y en la mayoría de los casos van ligadas a la climatología y a la disponibilidad de ingredientes según la época del año (que también está influido por la climatología, claro). Por tanto, si existen cervezas de calabaza, no responden a que ciertamente sean cervezas deliciosas, sino porque un año, ante la escasez de cebada para hacer cerveza, a algunos pirados se les ocurrió usar calabazas como fuente de azúcares fermentables, que de eso sí que había por ahí. Que menos mal que no decidieron usar el exceso de remolachas, nabos o la carne muerta de venado tras una epidemia regional.

¿Qué es una cerveza de Navidad?

En el curioso post ‘What makes a holiday beer?’ de All About Beer Magazine [¡plink!] podemos ver como el autor analiza unas pocas cervezas de Navidad y cuenta un par de anécdotas históricas interesantes. Además, se refiere a ellas como cervezas de “vacaciones”, puesto que mientras que en países como Bélgica sí que es común encontrarse a Papá Noel en las etiquetas y menciones explícitas a la Navidad, en los Estados Unidos no es común encontrarse con motivos religiosos, denominándolas cervezas de “vacaciones” o “de invierno”. No he encontrado evidencias acerca de si sus leyes lo permiten o no (aunque una vez me pareció leerlo en algún lado), así que no me atrevo a asegurarlo. Incluso hay posts [¡plink!] que pierden el tiempo buscando diferencias entre las cervezas de Navidad, las de invierno y a las de vacaciones.

Volviendo al análisis de las cervezas en cuestión, nos encontramos que son aderezadas con miel, con bayas de enebro, con arándanos y hasta con un pellizco de todos los botes de especias que tenía la abuela del maestro cervecero antes de morir, lo que nos da pie para sospechar que cualquier cosa vale para estas cervezas. Y si nos vamos a ver qué dice la BJCP acerca de estas cervezas (grupo 21B), afirman que “es posible un amplio rango de especias aromáticas como las que se usan en las galletitas navideñas y panes de jengibre”, y que las especias le ganan el pulso al lúpulo, con un resultado final “complejo”. Y nombra de manera explícita algunos ingredientes como pimienta, nuez moscada, canela, clavo, jengibre, cáscaras secas de diferentes frutas, melazas, miel, jarabes y alguno más. Y remata la faena cuando en las estadísticas básicas de la cerveza, no delimita ni densidades, ni colores, ni amargor alguno. Lo único que dice es que a este tipo de cervezas se les supone por encima de los 6 grados de alcohol. En resumen, que como estilo esta cerveza no vale nada, ya que para dicho estilo, todo vale. Así que si algún día un jombrigüer no sabe en qué estilo encaja su último engendro, que lo etiquete como “cerveza nochebuenil”, que cuela.

La conclusión sería que etiquetar una cerveza como “navideña” respondería, con total seguridad, a una estrategia mercadotécnica (una más), para aprovechar el tirón de las ventas de la época y ofrecer un producto sólo disponible durante esa temporada. Que por otro lado no está mal, siempre que la cerveza sea buena. Pero vamos, igual daría hacer cervezas para celebrar cuando pierdes la virginidad, cuando apruebas el carné de conducir o cuando por fin tu mente madura y entiende las cosas que hay valorar o no en este mundo (aunque esta última no vendería muchas botellas).

He estado tentado de aderezar el post con detalles históricos, remontándome a épocas anteriores a la Navidad cristiana, centrándome en el solsticio de invierno o las Saturnalias romanas, ya que a lo largo y ancho de toda Europa hay evidencias históricas de cervezas (y vinos y otros fermentados) que se consumían para alegrar los espíritus durante estas épocas. Pero volveríamos a remarcar lo evidente, ya que como en cualquier celebración comunitaria, es obvio que había bebidas elaboradas para la ocasión. Como en cualquier boda o festejo familiar, final de cosecha, inicio de la primavera o el advenimiento de un nuevo hijo a una familia pudiente.

Hay muchos ejemplos de cervezas navideñas muy conocidas, como la Anchor Christmas Ale en Estados Unidos, Gouden Carolus Noël, St. Bernardus Christmas Ale o la Delirium Noel en Bélgica, Samuel Smith’s Winter Welcome Ale en Inglaterra, o la Winter-Traum de Alemania, país que además establece un estilo propio para estas cervezas, las Weihnacthenbier [¡plink!]

Sin embargo, la cerveza navideña por antonomasia para este humilde bloguero es la Samichlaus, con una gran historia a sus espaldas. Una historia, como todas en el mundo cervecero, rodeada de leyendas. Elaborada desde el año 2000 en el castillo de Eggenberg, (Vorchdoft, Austria), aunque originaria de la Hürlimann Brewery de Zúrich, Suiza, fábrica muy conocida en el pasado por sus estudios acerca del comportamiento de las levaduras.

Durante mucho tiempo la Samichlaus era la cerveza conocida como la de más potencial alcohólico del mundo, y aunque con sus 14% de alcohol por volumen podría asustar al más pintado, hoy por hoy ya no parece gran cosa. La tradición nos cuenta que esta cerveza se elabora una vez al año, concretamente el día 6 de diciembre (día de San Nicolás), para ser luego envejecida durante 10 meses y lanzada al mercado en la siguiente época navideña para uso y disfrute del personal. Como tarjeta de presentación no queda mal, nadie puede negarlo.

Cualquier cervecería que se empeñe en sacar su cerveza de navidad, la vestirá para la ocasión y propondrá una receta rescatada de un siglo lejano en el tiempo, con técnicas de maduración tradicionales (incluyendo la solera), le echará aderezos variados como los ya nombrados y otros “innovadores” como vainas de vainilla, orejones (¡¡por Dios, no lo volváis a hacer!!, ¡nunca!), las sobras de los turrones del año pasado o cosas por el estilo, con tal de elaborar la “auténtica y genuina cerveza de navidad”.

Pero en realidad, cualquier cerveza sirve para celebrar una ocasión alegre, y aunque es verdad que el tiempo en Europa por estas fechas viene siendo más bien fresquito, está claro que apetecen más cervezas potentes, aunque en su etiqueta no salga un reno con la nariz roja, un Papá Noel con problemas nutricionales graves o un abeto nevado. Cedamos a las modas navideñas lo justo, y bebamos lo que realmente nos pida el cuerpo, como en el resto de semanas de todo el año.